Podía haber sido un año cualquiera pero para mi generación hubo un antes y un después.Supongo que como para las anteriores la llegada del hombre a la luna, la muerte de Keneddy o el tan manido Mayo del 68.
¿Qué estabas haciendo cuando te enteraste de su muerte?.La pregunta solo vale para paisanos.
Yo tenía diez años cuando me desperté y me dijeron que no tenía que ir al cole porque había muerto el caudillo y lloré, sí, sí, lloré.Es lo que tengo, lágrima fácil.También lloré con la muerte de Ayrton Senna, Lola Flores, lady Di o Michael Jackson.Llámame llorona.Si veo un sepelio a lo grande me da igual que el muerto sea Perón o el Che, yo lloro.
El caso es que ya había ciertos aires de apertura antes del deceso propiamente dicho, y en nuestro cole era el primer año que teníamos una tutora a la cual podíamos tutear, eso ya era raro, pero que quedáramos los sábados en su casa para filosofar y hablar de política era raro, raro.
Rosa solo duró hasta finales de curso.Nunca supe si tuvo algo que ver que yo llegara a casa diciendo que quería correr delante de los grises(por aquel entonces disparaban pelotas de goma y de vez en cuando acertaban), que estaba a favor de la independencia de Cataluña y que tal y como yo lo veía mi padre era lo más parecido a un "fascista" que existía por no dejarme ir a ninguna "mani"(si, yo tenía diez años pero siempre fui algo precoz).
Creo que fue en ese año escolar que agarré un principio de tuberculosis gracias a la cual me mandaron a Riaza, provincia de Segovia, durante tres meses.Aquello era un VERDADERO pueblo, había que ir a buscar la leche recién ordeñada, hervirla y untar la nata en pan.Nos bañábamos en el río; el cordero lo llevábamos al horno de pan para que lo asaran...y así olvidé todas las consignas políticas durante las que fueron las mejores vacaciones de mi vida(al fin y al cabo solo tenía once años).
También creo que fue en ese curso el último mes de María que celebrámos llevándole flores todos los días y dejando la clase en penunmbra, lo cual para los que hemos nacido predispuestos para la siesta fue una pena.
Ese año murió mi abuela paterna y esa muerte si que fue la primera que lloré por la pérdida que para mi suponía, ahí descubrí la autocompasión que ya no nos abandona nunca.
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