Miedo atávico es el que hace que me despierte cuando un jabalí está husmeando en las encinas de la acera de enfrente de mi edificio y no cuando pasa un coche con la música a todo volumen a las tres de la madrugada.
Miedo atávico es el que hace que me despierte cuando mi churumbel de quince años se da la vuelta en la cama de madrugada y se golpea con la madera del cabecero pero no si los vecinos dan un portazo.
Y es miedo porque me despierta sobresaltada y alerta, no así el canto de los pájaros justo antes del amanecer o el despertador del vecino que suena tres veces antes de que lo apague.
Y anoche, que no estaba en casa mi churumbel pero si vino un jabato a despertarme, desde mi tercer piso estuve dilucidando si valía la pena intentar hacerle una foto por enésima vez cuando sé que la luz es insuficiente y me desvelé.
Y atávico fue la palabra que se me enrocó y no me dejó dormir durante aproximadamente media hora.
Así que la suelto aquí para quitarmela de la mollera porque me pasa como cuando se te mete una cancioncilla que no te gusta y no hay manera de echarla.
Paso palabra.