martes, 24 de abril de 2018

ARTÍCULO PERIODÍSTICO MAYO 2016

Hace dos años hice una foto a un artículo de un periódico que ahora, haciendo limpia, releo.



Está muy borrosa pero hice la foto para luego buscar la película que recomendaba.Dado que no descargo películas me está costando encontrar la película lo mismo que un libro descatalogado.
El caso es que al releerlo me llama la atención que no se ve el nombre de la autora ni el periódico.Y me da rabia porque el artículo da para una entrada en condiciones.


En realidad recomienda dos películas. "Hannah Arendt" de Margarethe von Trotta y "el caso de Fritz Bauer"de Lars Kraume.
Ambas tratan sobre Eichmann y creo que la von Trotta estuvo como corresponsal en el juicio en el que se basa la segunda.
Pero de lo que iría mi entrada, en caso de escribirla en condiciones,es de una frase que entonces subrayé y que ahora estoy pensando en poner en mi perfil, estado, muro y todo lo que alguien quiera identificar conmigo.
Y es la frase que en su día desarrolló la cineasta.

Redoble de tambores....fin del redoble.Y ahí va:
"La ideología ciega a la inteligencia".
Me convenció y en estos dos últimos años he podido cerciorarme de que es un hecho incuestionable, indiscutible e irrevocable.No he encontrado un solo ejemplo en todos los ideólogos e ideologistas(lo que quiera que eso signifique) que me rodean que me lleve a pensar que no es una frase acertadísima.
Y la manera en que lo desarrollaba su autora impecable.
Venía a decir que la ideología está ahí para ahorrar la labor de pensar y que los regímenes totalitarios saben que las personas son capaces de seguir una ideología antes que a su corazón o a su cabeza y si controlas esa ideología controlas a las personas que la siguen.
Y visto todo lo que vivimos a nuestro alrededor mi siguiente pregunta sería ¿qué necesidad tiene el personal de pertenecer a un grupo determinado?¿porqué tantas personas, algunas incluso con mundo y estudios siguen empeñándose en seguir una ideología?...a mi se me escapa.
¿Alguna idea?.


miércoles, 18 de abril de 2018

TRES ELENAS, UNA EILEEN Y UNA ELEN.

Cuando nació Perico hacía tres meses que su padre había muerto, era mil novecientos treinta y siete y a su hermana de tres años la mandaron a un hospital de la Malvarosa con una lesión de espalda que la iba a dejar postrada allí hasta el cuarenta y tres.
Para cuando volvió su hermana de Valencia, él se había acostumbrado a una prima en casa que al quedar huérfana, mi abuela viuda había acogido.Ésta tenía siete años más que él y se comportaba más como una criada que como una hermana.
Así que después de mandarlos a él y a la pequeña Elena una temporada a una remota aldea asturiana con los abuelos mientras su madre Elena y su prima/hermana trabajaban en la capital del entonces no reino, le ingresaron en el colegio de San Ildelfonso para huérfanos.

Los celos hacia mi madre eran lógicos, que le matara los pollitos que mi madre amadrinaba entraba dentro de lo normal también pero creo que lo de meterle interno para que se sacara el bachillerato y ver a las mujeres de su vida solo un día y medio a la semana le superó.
Pero pasaron los años y se hicieron con un pisito de protección oficial a las entonces afueras de Madrid(ahora puente de Ventas de la M-30).Y allí que vivieron felices, ellos y todo el que necesitara una cama temporalmente, durante años.

Casaron a la prima por poderes con un cubano con referencias (que luego resultaron falsas)en New Jersey.Mi madre casóse con un maño y después de concebirme a mi en Málaga se trasladaron a tierras catalanas.
Perico estaba feliz como una perdiz con su madre solo para él.Con los problemas de una partida de nacimiento quemada en alguna iglesia, cuando se hizo el primer documento de identidad aprovechó para quitarse años, que mentalmente era obvio que le faltaban.Trabajaba de contable para los explosivos que tantas casas llenaron con sus calendarios de mujeres de Julio Romero de Torres y le daba todo el dinero que mi abuela consideraba era necesario para el bien común aunque a regañadientes.
Pero llegó el día en que mi abuela se jubiló y decidió irse a Ámerica a visitar a la sobrina/hija que había tenido una niña, Eileen, con la que me llevo tres días y a la que todavía no conocía pese a que ya tenía ocho años.Ya que estaba tan lejos, una vez allí pidió una extensión de visado y se quedó un año en vez de los seis meses prometidos.
Y aquí Perico decidió tomar las riendas de su vida.Un día puso una conferencia y llamó a su madre a los Estados Unidos de América y le dijo que se había casado, que su mujer se llamaba Elena y que la culpa de la precipitación era de ella por haberlo dejado solo.
A mi abuela le dio "eso"(eran unas taquicardias) y estuvo una semana mala.

Cuando volvió se encontró con que Elena tenía una niña, Elen, que dijo que era de una hermana muerta en un accidente con su marido.Más tarde resultó que dicha niña tenía dos hermanos, el chico nos contaron que había sido adoptado por una familia riquísima que le daba todos los caprichos y la otra chica con otra tía.
A nosotras nos pareció muy exótico tener una no prima de color con la que dormíamos pero a mi abuela no le hacía p*** gracia.Suegra y nuera nunca se soportaron y nos parecía todo tan chistoso que muchas veces malmetíamos.

Elena, la mujer de Perico, trataba a la niña Elen como si fuera su criada más que su sobrina, y la cosa se volvió insufrible cuando tuvo un hijo con mi tío Perico.Así que en cuanto fue mayor de edad se casó con un chico blanquísimo y rubísimo que luego fue pastor evangelista.Ir a una boda evangelista nos pareció muy surrealista pero nosotras estábamos muy bien educadas y si en el banquete sin alcohol flipamos, lo disimulamos a la perfección.

Pasaron los años con sus más bajos que altos que remataron al caer enferma mi abuela.Mi madre se la trajo a Barcelona y si bien ahí acabó su relación, al irme yo a vivir a Madrid les seguí tratando hasta que años más tarde murió mi abuela y ahí ya corté amarras del todo porque fue más que surrealista su no presentación en el entierro y posterior aparición para la repartición.
Perico siguió llamando a mi madre para felicitarla en su cumpleaños y mandaba una tarjeta por navidad y ya en los últimos años y con un riñón menos, largos correos electrónicos preguntándonos dónde fue a parar nuestro vínculo familiar.Pero cuando murió mi madre tampoco apareció.

Y voy a Nueva York y quedo con mis primos americanos.Hace mucho frío y nos metemos en un "estarbus" muy hípster de Brooklyn a entrar en calor y allí me cuentan que ellos si han mantenido la relación porque les mandaron al hijo de Perico para que aprendiera inglés y me enseñan la foto de un chico negro con toda la cara tatuada como un maorí.Les digo que nunca me han asustado los tatuajes pero entiendo que los maories se molesten porque el personal no tiene ni idea del simbolismo y los occidentales los usen solo para ¿asustar, protegerse/esconderse?.
Me preguntan si no le conozco, contesto que no y cuando me dicen el nombre alucino.Es el hermano de Elen que se suponía había sido adoptado por una familia riquísima de la ahora sí, capital del reino.

Y entonces me sueltan la bomba.
Perico, al casarse en ausencia de mi abuela de prisa y corriendo, le debió hacer escoger a la recién llegada Elena uno de los tres niños que ella había tenido con un guineano que ahora hace un año ha muerto y al cual entonces cuentan acababa de abandonar.Elena, escogió a Elen por ser la mayor pero le prohibió llamarla mamá(aunque a la niña se le escapaba y a nosotras nunca nos chocó ya que la suya se suponía muerta), al niño lo abandonó en un orfanato del que debió entrar y salir a la par que pasar por familias varias donde no cuajaba por su carácter, y a la dulce Marian la encasquetaron con una tía de la que huyó en cuanto tuvo edad para trabajar y compartir piso.

Y los tres chicos han seguido teniendo relación entre sí, y conocieron a su padre y se han juntado ahora en la boda del hijo de Elen(que también se ha casado jovencísimo para poder vivir con su novia ya que su religión evangelista debe ser más convincente en estos temas).Y si no me enseñan las fotos no me lo creo.

Y me da rabia no haberle dado la razón a mi abuela desde el minuto uno cuando nos decía que ésta Elena no era de fiar, que era una bruja mala.Porque ¿quién c*** se gasta toda la pasta en operaciones de estética teniendo un hijo en un orfanato y otra trabajando desde los catorce para poder pagarse una habitación?¿quién escoge quedarse con uno de sus tres hijos y tratarle como a una perfecta extraña por casarse con alguien como mi tío Perico?.
Que eran los setenta, no los cuarenta.

Y echo de menos poderlo comentar con mi madre, porque no sé si nos hubiera dado la risa o nos habríamos puesto a llorar por esos tres niños y su no infancia.Porque lo peor es que ellos no tuvieron una madre en condiciones, hubiera sido preferible ser hijos de una muerta, ¿a quién le extraña que el chico lleve a sus casi cuarenta la cara tatuada como un maorí y haya huido a Londres dejando una niña en un remoto pueblo andaluz?