Y me lié la manta a la cabeza.
Estoy sin lavavajillas ni aspiradora y ni sé cuando fue la última vez que estrené pero tenía todos los puntos de mi vida de una tarjeta y con ellos le saqué un billete a mi churumbel(trece añicos ya) para que se viniera a compartir mi cuartito en Manhattan(que me lo pagaba la empresa).
Ella se tuvo que hacer la maleta y cogerse un AVE a la capital del reino y desde allí la acompañaban en el vuelo y entrada a E.E.U.U que tampoco era plan de que a mi me diera un infarto dejándola viajar sola.
Habíamos quedado en el CitizenM que es un hotelito no de los más caros del centro.Si queréis una opción más barata cogerlo al otro lado del Hudson que ya es New Jersey y en barco o tren solo se tarda quince minutos en cruzar.
Llegó después de haberse visto cuatro películas en el avión (la última de Tarantino incluida aprovechando que no tenía censura alguna) y enseguida hizo suya la habitación(aunque mi primera reacción fue de para qué te traes cosas que abultan y no son imprescindibles luego me pareció muy tierno que se trajera sus peluches ya que había sido su primer viaje sola).
Lo único que dió tiempo en esa gélida noche fue a asomarse a Times Square que como toma de contacto es perfecta.Con parada en la tienda de M&M's que a toda criatura amante del chocolate deja boquiabierta.Que en los luminosos de la plaza saliera un anuncio de Billie Eilish y de Coca-Cola era todo lo que podía pedir para sus primeras "stories".
Nos recogímos pronto para aprovechar el día siguiente y pese que a las dos de la mañana se despertó diciendo que ya había dormido suficiente, conseguimos dormir hasta las seis.Y a las ocho ya estábamos a pie del Empire State pero la niebla no había permitido abrir el mirador ni se esperaba que abriera en horas.
Así que nos cogimos el metro (las tarjetas hay que pagarlas en efectivo si eres extranjero) y nos fuimos a coger el ferry a State Island que es gratuito y te permite ver la estatua de la libertad desde lejos, ya que la visibilidad no acompañaba.
Después fuímos a visitar la estación central, donde todo el mundo se hace cruces de que esas sean las escaleras que en "Los intocables de Elliot Ness" se nos hicieron eternas y se hace la foto en el famoso reloj.
De ahí nos fuímos a comer una hamburguesa a un antro curiosísimo porque por no se qué ley de no expropiación está situado detrás de la recepción (literal) de un lujosísimo hotel.
Por la tarde se puso a llover y después de ver la famosa juguetería del Rockefeller Centre(esa en la que Tom Hanks baila en el piano, aunque cambió de ubicación).
Por supuesto bailó el piano y mucho más porque allí siempre hay "demos" de los juguetes más inverosímiles.Vió la famosa pista de patinaje que sin el árbol de navidad a ella no le pareció gran cosa.
Y como no iba a parar de llover nos cogimos un bus que por seis dólares te cruza al centro comercial de "outlets" del otro estado donde no se pagan impuestos por la ropa y el calzado.
Allí quedé que nos recogía un amigo mio y fuímos a su apartamento en Port Liberté donde flipó con los perros y gatos que tenía y nos invitaron a cenar en un bistro donde era el día de "all you can eat" de mejillones.
El segundo día aguantamos hasta las siete en la cama pero a las nueve ya estábamos en el "Top of the rocks" que es el mirador del Rockefeller.Las entradas son caras pero hay unos bonos que se pueden sacar por internet desde España que abaratan mucho el tema, solo que hay que sacarlos con tiempo, preferiblemente dos semanas.
La gran duda es si subir a éste mirador o al del Empire, hay quién escoge uno de día y otro de noche,
las vistas son mejores éstas porque puedes visualizar Central Park y sale el Empire en las fotos, pero los amantes del cine clásico(o sea, los adultos) prefieren el romanticismo del Empire.
La opción del One world trade center y la estación de Calatrava la dejé para el tercer día pero, las cosas del destino, luego ya no hubo opción.
Una hora más trade salió el sol y a pesar del frío nos fuímos a dar el paseo de rigor por el Central Park hasta el museo Gugenheim.
Escenas de innumerables películas.
Volvimos a coger el metro y nos dispusimos a cruzar el puente de Brooklyn que de no ser por el frío suele parecer una romería.
Ya en Brooklyn hicimos un alto para comer pizza (solo aceptan efectivo).
A éstas alturas de nuestro apretado programa ya me habían dicho que yo tenía que adelantar mi siguiente misión, así que tuve que contactar con una prima que también vive en New Jersey para que se hiciera cargo de mi hija al día siguiente desde que yo me fuera hasta veintiocho horas más tarde que salía su avión de vuelta.
Mi pseudoprima (una historia que da para otra entrada)decidió que fuéramos a ver el Rey León para hacer una toma de contacto con mi hija que apenas la recordaba.
Es un planazo si te gustan los musicales, es la mejor puesta en escena que he visto en mi vida, muy africana, aunque a mi hija le costaba mantener los ojos abiertos yo lo disfruté como una enana.
Cenar pasta en el Carmine's también es un clásico y a los niños les llama la atención la cantidad(hay que pedir para compartir, rollo la Tagliatella pero versión buena).
Al día siguiente yo me tuve que ir a las nueve de la mañana y mi prima se cogió el día libre con lo cual mi churumbel pudo ver el MOMA (la tienda es lo que más le gustó con diferencia), la biblioteca y la estatua de la libertad ya de cerca y con el día soleado.
Durmió en una casa de un pueblecito americano, de las que salen en las pelis, en el cuarto de los gatos y la llevaron a desayunar tortitas a un restaurante.
Para ella, fue una experiencia espero inolvidable.Y se puede vivir un año más sin lavavajillas o aspiradora.
¡Que vivan los impulsos!