Puente de Mayo.Me tocó trabajar y en vez de mandarnos al hotel de Torremolinos de siempre, nos mandaron a uno de Málaga y ¡oh! sorpresa, al llegar caí en la cuenta de que no había estado más que una tarde, veinticinco años atrás, en la capital.
Así que, pese a no haber cogido la cámara para el viaje, en cuanto nos dieron tiempo libre me tiré a la calle, dispuesta a verlo "tó".
Teníamos veinticuatro horas y eras las dos de la tarde.Así que nos cambiamos en el hotel y nos fuimos a picar algo.Después mientras los chicos se iban a hacer la siesta quedé con Pilar, a la que nunca tengo ocasión de ver en Madrid y a las cinco entrábamos todos al mini museo Thyssen de Málaga donde había una exposición de Romero de Torres(lo raro es que se apuntaran todos, creo que necesitaban estar con féminas aunque hubiera que pagar el precio de ver una exposición).
De Romero de Torres no hay nada que decir, para mi es el pintor de mi infancia porque tengo un tío que trabajaba en explosivos Rio Tinto y todos los calendarios eran de Romero de Torres, creo que fueron los primeros pósters con que me dejaron decorar una habitación.
El descubrimiento del día fue el pintor Enrique Martinez Cubells.
Después del museo nos escaqueamos diciendo que íbamos de compras y ya luego quedé con ellos para cenar.Fuimos al restaurante "Miguelito el cariñoso" en el paseo del Pedregalejo que es como estar en la Carihuela de Torremolinos.
Después de cenar nos volvimos andando pensando que el puerto, totalmente reformado, estaría animadísimo.Pero no, que pena de crisis, ese muelle y ese palmeral totalmente vacíos.Así que ni una copa nos tomamos.
Lo bueno de no beber es que a las nueve estaba desayunando y a las diez andando, ahora ya si, sola.
Y en tres horas lo vi todo, por fuera claro, la catedral,
la alcazaba y el teatro romano.
Luego me subí a Gibralfaro, constaté que el parador tiene mejores vistas que el hotel donde estábamos pero que para andar subiendo y bajando sin coche hubiera sido algo cansino y me volví porque a las dos debía volver a trabajar.
Todavía intenté ver el museo Picasso pero si en el resto de emplazamientos turísticos estaba todo tomado por colegios varios, aquí era patente que el turismo extranjero de la tercera edad es el que copa los hoteles pero no sale de marcha para poder ver todos los museos de día.
Y me quedé con las ganas de ver una exposición permanente de coches clásicos, pero en veinticuatro horas tampoco había que abusar.
Pensé en ti, Meg.